con la presencia de Jesús que descansa, que duerme, pero que está aquí; está presente en medio de situaciones y miro como este evangelio viene también a nosotros y al mundo que vive situaciones tan difíciles, situaciones que dan la impresión que no acaban, que no teminan, ya casi año y medio de la pandemia del covid-19 y cuando en un país dan el alto de que ya se puede transitar tranquilamente, nuevamente la pandemia vuelve a asotar, nuevos brotes surgen en la comunidad, nuevos hermanos se enferman, nuevos hermanos fallecen y familias siguen en el dolor, situaciones politicas, situaciones sociales, situaciones económicas, conflictos,a veces, entre la familia, hacen que podamos perder la calma, y podamos pensar en algún momento: Dios está ausente.
El pasaje de hoy nos recuerda esa experiencia de los Apóstoles: era ya el atardecer,fíjense que hermoso, el evangelista Marcos nos pone ya en la tarde, y los Apóstoles, muchos de ellos que eran expertos en la navegación se lanzan, vamos a la otra orilla dice el Señor y todos se marchan en la barca acompañados de otras barcas, pero inmediatamente comienza una tormenta. Yo siempre he pensado que Pedro y sus compañeros que eran pescadores, tenían la experiencia, ¿cuántas veces Pedro, como gran pescador, había vivido esas tormentas?, pero hoy la tormenta es mas fuerte, dice el evangelio que era fuerte el huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua; quizá es una experiencia nueva que Pedro estaba viviendo, ese viento fuerte, ese huracán quizá no lo había experimentado. Como también muchas veces en este huracán podemos ver situaciones muy personales que podemos estar viviendo como familia, como país, como nación, como el mundo. Y podemos desesperarnos y podemos pensar que esto se acaba y podemos pensar que nos hundimos, que nos sentimos totalmente solos; sin embargo, ahí está Jesús, Él duerme, dice el evangelio, estaba en popa, o sea en el fondo de la barca y ahí estaba descansando después de todo un día de predicación, después de todo un día de estar llevando el mensaje de Dios a aquella gente, el Señor se siente cansado, pero también, podemos pensar que es una táctica de Jesús, Él da la impresión que duerme, que descansa, pero no está usente.
Permítanme compartir con ustedes un sentimiento: cuando yo era Obispo de Matagalpa y los días domingo por la tarde o los lunes, venía a Managua, siempre me acompañaba mi papá, pero muchas veces él que iba al lado, se dormía, y este texto me recordaba esos momentos. Mi papá venía dormido ahí, pero yo no me sentía solo, ahí venía él, venía acompañándome y pienso que era los Apóstoles, igual: Jesús duerme, pero está ahí. Ustedes también, mis buenos hijos, quizá en algún momento van en el autobus y el pasajero de al lado, el familiar al lado duerme, pero ahí va, ahí está él y es la experiencia de los Apóstoles; sin embargo, ante aquella fuerza, aquella turbulencia, aquel huracán, los Apóstoles sienten temor, sienten miedo y van a despertar al Maestro para decirle: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?, este grito, esta aclamación que escuchamos de los Apóstoles, ¿cuántas veces no la hemos hecho nosotros?, ¿cuántas veces no la hemos gritado a Jesús?, ¿Jesús donde estás?, el mismo Cristo le grita al Padre: ¿por qué me has abandonado?, sin embargo, debemos de tener esa conciencia de que el Señor siempre está, momentos difíciles, quizá cuando un familiar ha fallecido, ¿Señor, por qué nos has hecho esto?, ¿Por qué nosotros?, ¿por qué mi familiar?, ese por qué.
El Señor que duerme, pero también despierta. Él tiene la fuerza, Él tiene el poder. Se puso en pie, nos dice el evangelio, increpó al viento y dijo al lago: silencio, cállate. En muchos momentos, textos del antiguo testamento, manifiestan esta experiencia como un exhorcismo, un exhorcismo cósmico y Jesús realiza esta obra no para que lo aplaudan sino para interpelarnos también a nosotros como interpeló a los Apóstoles y el viento cesó y vino una gran calma ante el grito de los Apóstoles, ante el reclamo de los Apóstoles, Jesús responde siempre y no responde para regañarnos sino de ese ¿por qué? se va a convertir en un para que, el viento cesó y vino una gran calma y Jesús interpela a los Apóstoles, les interpela porque falta esa confianza en Él, no lo conocen a profundidad y les va a decir: ¿por qué sois tan cobardes?, ¿Aún no tenéis fe? -Y estas dos interrogantes quizás hoy podemos sentilas muy cercanos todos nosotros, es tener miedo, lo humano, el estar débil en la fe, también humano. Y que hermoso es que hoy podamos, ante el Señor que nos interroga, que nos interpela ante las situaciones que podemos estar viviendo cada uno de nosotros,como les decía: a nivel personal, a nivel familiar, a nivel del país, a nivel del mundo con toda la problemática que tenemos, después de esta semana en que el Señor nos ha invitado a orar, hoy también es mucho más fuerte, ¿por qué tener miedo?, ¿cómo está nuestra fe?, ¿por qué sois tan cobarde?, ¿aún no tenéis fe?.
El Señor nos pide eso, mis buenos hijos, que hoy podamos verdaderamente revisarnos, que no tengamos el temor de poder en algún momento gritarle al Señor, y que bien que le gritemos porque Él sabe, El necesita. Decíamos el día jueves que Dios sabe lo que necesitamos; pero también que hermoso es que podamos gritarle y el grito es la oración, el grito más fuerte que podemos tener hoy nosotros es la oración, y nuestros Obispos en su mensaje del Día del Corazón de Jesús nos invitaban a tener toda una jornada de oración en este mes especial del Corazón de Jesús, la oración, verdaderamente, es la fuerza de todos nosotros, la oración es la sabia para nosotros, es la fuerza para cada uno de nosotros; por eso, en este domingo, el tener fe, también implica tener una fe con confianza como ya meditamos el domingo pasado. Y siempre pienso en nuestros campesinos por quien estamos orando hoy para que venga la lluvia, nuestros campesinos que depositan esa semilla en la tierra y no se regresan a casa, la depositan y no le ponen tiempo: que voy a venir mañana en la mañana a ver si ya salió el tallito, no, ahí la dejan, la depositan con una gran confianza y la gran confianza es que va a surgir la matita, va a crecer y va a dar frutos.
También el Señor, mis buenos hijos, nos pide tener fe, pero una fe en confianza, en que lo que nosotros le estamos clamando, en que el grito que nosotros le estamos dando, va a obtener una respuesta positiva, pero no inmediatamente, porque a veces el peligro, esperamos que en cuanto depositamos la semillita surja el llano y el fruto, no, su tiempo y el Señor sabe el tiempo, Él es el principio y el fin, Él es el tiempo total. Por eso, mis buenos hijos, nuestra fe está en esa confianza plena en Dios.
Hoy, pues, que hermoso este texto. Yo los invito a que puedan retomarlo otra vez, meditarlo, reflexionarlo: ¿qué me está diciendo a mi, el Señor?. Este texto de manera personal, me recuerda mis años de estudios en Roma, cuando celebraba la Eucaristía el rector y nos decía: que hermoso que aquellos momentos de turbación, aquellos momentos fuertes, aquellos momentos de huracanes, de tentaciones, de crisis que podemos pasar en nuestra vida, podamos apegarnos fuerte a Jesús y gritarle a Jesús como los Apóstoles, pero con fe y confianza. ¿y cuál es la confianza?, que Él nos va a llevar a puerto seguro. Él nunca va a permitir que fallezcamos, Él nos va a llevar a puerto seguro.
Yo diría, mis buenos hijos, hoy también nosotros gritémosle al Señor, ese grito a través de la oración como nos estan exhortando nuestros Obispos: orar, ponernos de rodillas ante Jesús Sacramentado, mirar al crucificado y escucharle.
Concluyo con esta exhortación del Papa Francisco en el Angelus de hace unos momentos: Jesús, dice el Papa, implorado por los discípulos, calma el viento y las olas y les plantea una pregunta, una pregunta que nos concierne también a nosotros: ¿por qué estáis con tanto miedo, cómo no tenéis fe?. Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo porque se habían quedado mirando las olas más que mirar a Jesús, y el miedo los lleva a mirar las dificultades, los problemas difíciles y no ha mirar al Señor, que muchas veces duerme, que está cerca de mi; también para nosotros es asi: ¿cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones?, ¿cuántas veces dejamos al Señor en un rincón en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de las necesidades?.
Pidamos hoy, la gracia de una fe confiada, que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su corazón, nuestra madre, la Santísima Virgen María que en su vida nunca dejó de confiar en Dios, despierte en nosotros la necesidad vital de encontrarnos a Él cada día.
Que hermoso, mis buenos hijos está exhoratación del Papa Francisco, que desde Roma también llega a nosotros. Meditamos, pues esta palabra y le pedimos al Señor que nos fortalezca y que no dudemos nunca de Él sino que sintamos siempre su cercanía.