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Amaras a tú prójimo como a ti mismo. Featured

“Amar al otro y descubrir en él un rasgo divino”. Reflexiones de monseñor Rolando Alvarez para la semana:

¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Siempre he pensado que el escriba que pregunta esto tenía buen corazón, buena voluntad e intención, porque Jesús responde inmediatamente y no como en otras ocasiones cuando a Cristo le quieren poner una trampa entonces él con toda sabiduría sabe confrontar a la persona con su realidad e incluso con la propia trampa, y Jesús introduce la respuesta diciendo: “Escucha Israel: El Señor nuestro Dios, es el único Señor”.

Es muy importante detenerse en ellos porque este era el credo del israelita, tanto que el israelita comenzaba y terminaba su día diciendo: “Escucha Israel: El Señor nuestro Dios, es el único Señor”, el credo era esto y es importante que al entender esto nosotros también fijemos la atención en que el Señor es nuestro Dios, no porque el israelita quiera apropiarse de Dios o porque quiera manifestar que es propietario de Dios, sino porque el buen israelita como Natanael y como la Virgen, tiene un vínculo indisoluble con Dios, reconociendo que hay entre Dios y él, entre Dios y el pueblo una alianza perdurable, permanente, indisoluble, él por eso es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo.

Una vez que el Señor introduce su respuesta de esta manera ubicándonos en que se va a referir luego, es que pronuncia lo que será el fundamento, centro, esencial y lo más importante de este credo: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente, ser y con todas tus fuerzas”.

El amor a Dios ocupa el centro de nuestras vidas, es lo principal y primero, el amor a Dios no se discute, es un amor sin reservas, se ama a Dios con todo el ser, cuando Dios ocupa el centro del corazón del hombre entonces no pueden existir otros dioses, no pueden existir otras deidades y divinidades de ningún tipo o género, porque es Dios quien reina y ocupa el lugar principal, es Dios nuestro Señor y todo. Dirá santa Teresa: “Nada te turbe nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”... los santos llegaron a centrar su vida en Dios.

El santo a puesto su corazón, su mente, su ser en el Señor, se ha puesto todo él toda ella en el amor a Dios, por eso en ellos no puede caber otro amor, es imposible, sólo puede caber Dios, sus palabras, enseñanzas, mandamientos, su vida, no puede caber otro Señor, por eso el creyente no puede tener dos señores, o sirve a uno o sirve al otro.

Una vez que Cristo ha respondido al escriba cual es el primer mandamiento le dice el segundo: “Amaras a tú prójimo como a ti mismo. No hay mandamientos mayor que estos”, es decir Cristo vincula el amor a Dios y al prójimo, el amor a Dios es vinculante con el amor al prójimo, nos lleva a amar al prójimo porque todo hombre es imagen y semejanza de Dios, a todo hombre hay que amar porque todos somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros, y el que ama al prójimo indisolublemente debe amar a Dios desde la óptica del Evangelio. Para el creyente es imposible separar el amor a Dios y al prójimo porque en él vemos la imagen y semejanza de Dios.

Todos nosotros tenemos un rasgo divino, nos parecemos a Dios, tendríamos que mirarnos a los ojos y decirle al hermano a la hermana: Como te pareces a Dios, “pero monseñor ¿si este hermano, hermana es pecador, hace cosas malas?” Todos somos pecadores, pero penetra en su mirada, contémplalo con los ojos de Dios y descubrirás su parecido; no hay hombre tan bueno o malo que no se parezca a Dios. Todos tenemos un rasgo divino, nos parecemos a Dios porque somos hechos a su imagen y semejanza, somos hijos de Dios, y díganme ¿cuándo un hijo no se asemeja a su padre? Nosotros somos de un linajes divino, somos humanos pero procedemos por amor de un linaje divino, esa es nuestra grandeza y al descubrir esa grandeza en el otro, que somos hijos de Dios y hermanos, descubrimos la presencia divina.

Hoy más que nunca a los nicaragüenses se nos hace necesario contemplar al otro, tratar de buscar, descubrir en el otro un rasgo divino, la presencia de Dios, un aliento y semejanza de Dios porque todos somos hijos de Dios. Reflexionando sobre la familia en Nicaragua una de las tentaciones que sufre es la división, y lo primero que quiere hacer Satanás en esta batalla espiritual, es llenar de odio el corazón del nicaragüense y la palabra de Dios y el Evangelio del domingo pasado se alza como un gigante y nos dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, ser, alma y mente y al prójimo como a ti mismo”, El amor es el que debe imperar.

El amor con nuestras actitudes, con nuestros gestos, eso es lo más maravilloso que podemos ofrecer al otro, es siempre el amor, más amor y cada día amor. Santa Teresa de Calcuta decía que para que este amor no se quede en bellas palabras y hermosos discursos tiene que concretizarse, y cuando se concretiza se hace caridad, haciéndole caridad al que está a tu lado, al que a cada momento tienes a lado, ese es el prójimo al que debemos amar con actos concretos, sencillos, llenos de amor, perdón, misericordia, con actos sencillos llenos del amor de Dios.

Hermanos y hermanas: Que el amor a Dios y amor al prójimo nos hagan a todos santos.

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