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El Papa en Egipto: Desenmascarar la violencia que se disfraza de sacralidad Featured

28 Abr. 17. (RV).- Egipto tierra de civilización y tierra de alianzas. Alrededor de estas dos denominaciones el Papa Francisco desarrolló el primer discurso de su 18º  Viaje Apostólico Internacional, durante la Conferencia Internacional sobre la Paz que se lleva a cabo en Al-Azhar, la más antigua Universidad islámica.

Tierra de civilización. En primer lugar, de esta Tierra de civilización, “donde la luz del  conocimiento ha hecho germinar un patrimonio cultural inestimable, gracias a las iniciativas de los antiguos habitantes” son necesarias iniciativas para el futuro, que sean de paz y por la paz, porque “no habrá paz sin una adecuada educación de las jóvenes generaciones”. Una educación que se convierte en sabiduría de vida cuando consigue que el hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo mejor de sí mismo, señaló el Papa. Entre otras cosas el Obispo de Roma puntualizó que la sabiduría sabe valorizar el pasado y hacerlo dialogar con el presente, sin renunciar a una adecuada hermenéutica, y está centrada en la dignidad del hombre. De ahí la alusión al llamado común, en el ámbito del diálogo interreligioso, a caminar juntos con la convicción de que el futuro de todos depende también del encuentro entre religiones y culturas, en un diálogo que además puede ser favorecido si se conjugan tres indicaciones fundamentales, que son el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones.

Así fue como en la primera parte de su articulado discurso, la educación fue el cimiento y punto de partida indicado para “dialogar con el otro reconociendo sus derechos y libertades”, y “para construir el futuro”, teniendo presente que  “la única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro”.  Y en esa vía, indicó la necesidad del acompañamiento a los jóvenes para que “como árboles plantados” “transformen cada día el aire contaminado de odio en oxígeno de fraternidad”.

Tierra de alianza. Prosiguiendo con su discurso, el Pontífice puso énfasis en la urgencia de alianzas como la de tierras egipcias, en donde “creencias religiosas diferentes se han encontrado y culturas diversas se han mezclado sin confundirse, reconociendo la importancia de aliarse para el bien común”,  frente a “la peligrosa paradoja que por una parte tiende a reducir la religión a la esfera privada, y por la otra, confunde la esfera religiosa y la política sin distinguirlas adecuadamente”. Es por ello que el Papa afirmó– tal como lo hiciera el Papa Tawadros II en la conferencia islam-cristiana de Al-Azhar en el pasado mes de marzo, que “la religión no es un problema sino parte de la solución”, y que ella nos recuerda que es necesario “elevar el ánimo hacia lo Alto para aprender a construir la ciudad de los hombres”.

En ese sentido, con la mente en los mandamientos que se promulgaron en el monte Sinaí, el Papa hizo resonar el mandato de Dios «no matarás» (Ex 20,13), recordando que todas las religiones están llamadas a poner en práctica ese imperativo: “Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad”, a “denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos”, a “poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios: su nombre es santo, Él es el Dios de la paz”; “rezar los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz”, “sin caer - aclaró- en sincretismos conciliadores”. “No sirve de mucho levantar la voz y correr a rearmarse para protegerse, - añadió-, se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción”. 

En los últimos párrafos de su extenso discurso Francisco reiteró los requisitos necesarios para prevenir los conflictos y construir la paz a los que están obligados los responsables de las naciones, instituciones, de la información y de la cultura: eliminar las situaciones de pobreza, de explotación y detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando -dijo - tarde o temprano llegarán a utilizarse. “Sólo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales”.

 

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